Tengo la espada sagrada? - Capítulo 28
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Capítulo 28 – Déjamelo a mí.
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“¡Marta, prepárate para lanzar un hechizo con bolas de agua!”, ordenó Alexia con voz firme.
Marta asintió rápidamente, concentrándose en sus manos mientras comenzaba a conjurar el hechizo.
Mientras tanto, Alexia se giró hacia Isuke.
“Isuke, necesito que ayudes a Marta a dirigir su hechizo cuando lo termine de materializar. Reduce lo mejor que puedas sus números”, le dijo Alexia, y él asintió sin cuestionar.
Alexia sabía que debían actuar rápido.
Las serpientes estaban cada vez más cerca, deslizándose entre las ramas con bastante rapidez.
Alexia se giró hacia Aiden, que estaba listo, pero esperando instrucciones.
“Aiden, toma posición allí”, le indicó, señalando un lugar estratégico cerca de un árbol grande. “Desde ahí podremos interceptar mejor a esas serpientes”.
Aiden obedeció sin vacilar, moviéndose con precisión hacia el punto indicado.
Ambos se prepararon, y no pasó mucho tiempo antes de que las primeras serpientes cayeran desde las ramas altas, lanzándose hacia ellos.
Alexia, con movimientos rápidos y precisos, desenvainó su daga y cortó a la primera serpiente en dos partes antes de que tocara el suelo.
Aiden, por su parte, permaneció firme, y con un solo movimiento, partió una serpiente que se le lanzó encima. Su técnica era precisa, pero un poco rígida, lo que le dificultaba moverse con rapidez.
Las serpientes no se detenían, y pronto una de ellas se lanzó directamente hacia un punto muerto de Aiden, quien estaba demasiado concentrado en su ataque contra otra serpiente.
“¡Voy a lanzar el hechizo!”, gritó Marta llena de determinación.
Alrededor de ella se formaron grandes bolas de agua que comenzaron a dividirse en cientos de pequeñas partículas.
Estas partículas, al entrar en contacto con el aire, se cristalizaron, formando una lluvia de pequeños proyectiles afilados.
Isuke, que había estado observando la escena con atención, alzó una mano y tomó el control de una buena parte de esas partículas.
Con un movimiento fluido, dirigió los cristales hacia las serpientes que se acercaban, justo a tiempo para salvar a Aiden.
Las serpientes, que estaban aún en las ramas de los árboles, fueron atravesadas por los cristales antes de que pudieran atacar.
Algunos de los fragmentos de agua cristalizada chocaron contra las ramas de los árboles, pero antes de poder romperlas, para que las serpientes cayeran para poder matarlas, los cristales solo se partían en pedazos, sacudiendo pobremente las ramas.
Las serpientes, al ver cómo su número se reducía rápidamente, comenzaron a retroceder, deslizando sus cuerpos brillantes hacia la oscuridad del bosque.
Sus movimientos eran más lentos ahora, por lo que Aiden, al verlas huir, se tensó y dio un paso al frente, decidido a no dejarlas escapar.
“¿Qué estás haciendo?”, gritó Alexia algo sorprendida.
“¡Voy a exterminarlas antes de que puedan hacer algo más!”, respondió Aiden cargado de determinación.
Pero Alexia sacudió la cabeza, manteniéndose firme.
“¡No! Tenemos que quedarnos cerca del campamento. Los miembros de ambos bandos están descansando, así que necesitan nuestra protección.”
Aiden se detuvo, reflexionando por unos segundos sobre las palabras de Alexia.
Luego, finalmente asintió, entendiendo el punto.
“De acuerdo, lo entiendo”, dijo Aiden, retrocediendo a su posición anterior, sin apartar la mirada de las serpientes que desaparecían, camuflándose por completo con el color de las hojas de los árboles a lo lejos.
Marta, que había estado observando cómo se alejaban también, giró la cabeza para mirar a Isuke, sorprendida por lo que acababa de presenciar.
Él había tomado control de gran parte de su hechizo, dirigiendo los cristales de agua con una precisión a la que ella difícilmente podría acercarse.
“¿Eres alguna especie de mago centrado en la magia de contraataque?”, preguntó Marta, sin poder ocultar la admiración en su voz.
Isuke esbozó una pequeña sonrisa, ladeando la cabeza.
“Se podría decir que es algo así.”
Marta quedó impresionada. Sabía que la magia de contraataque no era algo fácil de dominar. Requería no solo habilidad, sino también un sentido agudo del tiempo y una inmensa confianza en el propio control mágico.
Además, la práctica de esta magia era arriesgada, ya que implicaba esperar que otro mago lanzara un hechizo para anularlo o usarlo en su contra.
Era, en esencia, una forma de magia diseñada para apoyar a los demás, dando la oportunidad de voltear un combate.
“Eso no es algo fácil de aprender”, murmuró Marta, asombrada. “Y en la práctica… es bastante peligroso.”
Mientras Marta procesaba lo que acababa de suceder, la nieve comenzó a caer con más fuerza.
Los copos, al principio ligeros, ahora se acumulaban rápidamente en el suelo, creando una capa blanca y fría a su alrededor.
Alexia notó el cambio en el clima y rápidamente dirigió su atención a Aiden.
“Tenemos que seguir avivando el fuego”, le dijo a Aiden. “Busca más madera, pero asegúrate de que provenga de algún árbol que esté débil para que no te canses tanto cortándolo. Ve por uno que esté algo alejado del grupo para no hacer tanto ruido.”
Aiden, una vez guardada su espada, se tronó los dedos, mostrando una sonrisa de emoción.
“Déjamelo a mí.”
Mientras Aiden se preparaba para cumplir con la tarea, Alexia dejó de mirar hacia las ramas de los árboles y bajó la vista hacia la oscuridad que rodeaba el campamento.
Más allá del bosque, donde la oscuridad era casi absoluta, sus pensamientos vagaron por un instante.
‘¿Dónde estará esa espada…?’
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