Vermillion - Capítulo 96
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Capítulo 96: Ordalias [6]
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A diferencia del distrito común, rebosante de gente, la zona frente a la muralla estaba desierta, como si una ola hubiera retrocedido. O quizá fuera mejor describirlo como que la gente se mantenía alejada de ella.
Tampoco salía casi nadie del distrito de clase alta, por lo que parecía como si la zona más allá de las puertas fuera su propio mundo. A pesar de encontrarlo extraño, Kei y Aileen intentaron pasar.
“¡Alto!”
Los guardias situados a ambos lados de la puerta cruzaron sus alabardas, impidiéndoles el paso.
Llevaban corazas metálicas sobre llamativas vestimentas rojas, así como cascos emplumados con visera, que les cubrían los ojos como una máscara. Dirigían intensas miradas a Kei y Aileen a través de los huecos de la visera.
“Me parecen desconocidos”.
“¿Qué asuntos tienen en la zona de primera clase?”.
Preguntaron con cierta arrogancia, sin intentar ocultar su desconfianza. Kei y Aileen se miraron confundidos, sin recordar haber hecho nada digno de sospecha.
“…Bueno, sólo intentábamos visitar la biblioteca”.
“Sí”.
El guardia miró sus caras, luego la funda del arco de Kei, la espada corta en la cintura de Aileen, y luego abrió lentamente la boca.
“Presenten los permisos o sus documentos de identificación”.
“¿Eh?”
Los dos pegaron un grito de asombro y volvieron a mirarse.
“¿Necesitamos documentos de identificación para ir a la biblioteca?”.
“La entrada a la zona de primera clase está limitada a ciudadanos y personas autorizadas”.
“¿Lo dices en serio…?”.
“Y aunque tuvieras los papeles necesarios, está prohibido entrar con armas sin un permiso especial”.
Los dos guardias explicaron con indiferencia, sus tonos no permitían objeción alguna. Kei y Aileen no esperaban que los detuvieran antes de llegar a la biblioteca.
Mientras los dos se quedaban congelados en el sitio, los guardias suavizaban sus posturas mientras parecían atónitos.
“…En primer lugar, ¿Qué asuntos tendrían un habitante del Pueblo de las Llanuras y una habitante del Pueblo de las Nieves en la biblioteca ducal?”.
“Para empezar, me sorprende oír que la gente de tribus indígenas y bárbaras tenga cultura de lectura. Además, aunque os dejáramos pasar, ¿Podéis pagar la entrada?”.
Hablaron los dos guardias. El mayor, dubitativo, y el más joven, burlón. Kei frunció el ceño, evidentemente preocupado, y metió lentamente la mano en el bolsillo.
“De todas formas, ¿Cuánto cuesta? Preguntamos por ahí, pero nadie supo decírnoslo”.
“Cincuenta platas al año”. El joven guardia hinchó el pecho al responder, su expresión casi decía: “Ves, no puedes pagar, ¿Verdad?”.
Kei sólo podía verle la boca debido al casco, pero estaba claro que tenía una expresión de suficiencia.
“¿Es así…?”
Entonces sacó su cartera, y confirmó intencionadamente las monedas de su interior de forma que todos pudieran ver su contenido.
“Parece que puedo pagarlo sin problemas”.
Al ver brillar el oro y la plata dentro de la abultada bolsa con cordón, los dos guardias se detuvieron en su sitio. Sonriendo satisfecho por su reacción, volvió a guardar lentamente la cartera en el bolsillo, presumiendo claramente.
“…No pega con tu aspecto”. Murmuró por fin el guardia más viejo.
Era natural que los guardias se vieran sorprendidos. Era casi como si un chico mal vestido sacara de repente millones en billetes en la Tierra.
De momento, ni Kei ni Aileen habían gastado dinero en ropa. Kei llevaba un chaleco largo de cuero protector sobre una ropa interior sencilla, mientras que Aileen utilizaba el atuendo de aldeana de segunda mano que había recibido en la aldea de Tahfu. Habría sido otra historia si Kei estuviera completamente equipado con su armadura de cuero, pero tal y como estaba ahora, no podía evitarse que la gente lo confundiera con un mendigo.
“…Bueno, ya veo que tienes el dinero. Pero pasar la puerta es otra historia”. Dijo el joven guardia, que ya se había recuperado del susto, algo abatido.
Kei había esperado que le pidieran un soborno, pero se dio cuenta de que su pensamiento había sido demasiado ingenuo.
“Oye, ¿Cómo vamos a recibir un permiso como un carné de identidad? La cuestión es que a la gente con antecedentes desconocidos no se le permite entrar, ¿Verdad?”. preguntó Aileen inocentemente tras haber observado en silencio toda la situación hasta el momento.
“…No podemos ayudarles con el permiso. Tienes que ir a la oficina del gobierno”. Respondió el guardia mayor.
“¿Dónde está esa oficina?”
“Sigue la muralla hacia el sur. A menos de diez minutos encontrarás un edificio de ladrillo rojo. Debería verse una cola de gente en la entrada, podrás divisarlo inmediatamente”.
“¡Vale, gracias, viejo!”
“…Claro, no te preocupes”. El viejo guardia respondió tímidamente, algo impropio de su edad, ante su radiante sonrisa.
Kei también dio las gracias mientras creía que ser una belleza definitivamente tenía sus ventajas, antes de salir de la puerta junto con Aileen.
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