Vermillion - Capítulo 81
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Capítulo 81: Una noche [1]
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“Así que por fin hemos llegado”. Murmuró Kei mientras desmontaba a Sasuke.
En ese momento se encontraban en una posada de la periferia de Urvan.
Kei contempló la vista de la Ciudad Fortaleza dando palmaditas blancas en la cabeza del relinchante Sasuke. Campos de trigo susurrando al viento, casas de piedra apiñadas en una pequeña colina, y una gruesa muralla rodeando todo aquello.
La forma en que la estructura se ensanchaba gradualmente empezando por el castillo del señor, bajando por la primera muralla y llegando finalmente a la segunda, hacía que toda la ciudad pareciera una gran montaña rocosa.
“…Por fin, ¿Eh?” Aileen se bajó igualmente de Suzuka y en silencio se acercó a Kei.
Había pasado casi medio día desde el duelo de Kei contra Alexei.
Como su caravana había llegado a la zona urbana de Urvan, decidieron quedarse en la posada que había justo fuera de la muralla y ocuparse de los preparativos necesarios para entrar en la ciudad.
“Lleven la carga al primer vagón. Toda la carga frágil debe ir al segundo. Asegúrate de registrarlo todo debidamente en una lista. Ah, y ten mucho cuidado con cómo doblas la piel. Después de todo, hemos conseguido una en muy buenas condiciones”.
En el almacén de la Compañía Cornwell, situado en un rincón de la posada-ciudad, los mercaderes y sus aprendices trabajaban sin descanso, trasladando la carga a distintos vagones según las instrucciones de Holland.
Al parecer, todo con tal de rebajar al máximo los impuestos. Si hubieran entrado en la ciudad con los carruajes de la caravana sin más, se habrían visto obligados a pagar unos impuestos ridículos, así que iban a trasladar la mercancía a la ciudad utilizando sus propios carruajes para reducir los costes.
“Una vez más hemos llegado sin problemas…”
“Sin problemas… ¿Cómo? Apareció un maldito Gran Urs”.
“Quiero decir, sí. Pero no tenía nada que ver con nosotros…”
“Claro, todo terminó antes de que me diera cuenta”.
Los escoltas, que ya habían terminado su trabajo, charlaban despreocupadamente mientras observaban de reojo a los mercaderes que bullían de un lado para otro. Dado que su última tarea era recibir su paga dentro de la ciudad, tenían tiempo de sobra para charlar en un ambiente relajado.
En cuanto a Kei y Aileen, se habían distanciado un poco de los demás escoltas, viviendo en su propio mundo.
Mientras escuchaban en silencio el viento, no hacían otra cosa que limitarse a contemplar la ciudad que se alzaba a lo lejos.
Tenían expresiones complejas en sus rostros, que hablaban de las diversas emociones que sentían: la sensación de seguridad al llegar a su destino, la soledad de que el viaje al que habían empezado a acostumbrarse había llegado a su fin, y un matiz de ansiedad debido al nuevo entorno que les esperaba.
“…Pero aun así, ¿Me estás diciendo que ése es Urvan?”. Kei tomó la palabra para alejar el ambiente sombrío. “Es completamente distinto al del juego, ¿No?”.
“Sí”, respondió Aileen con una risita. “En el juego era un pueblo… y comparado con esto, ni siquiera podría calificarse como una caseta de perro”.
“No me digas”.
Kei sonrió por reflejo ante la frase de Aileen que recordaba haber oído antes en alguna otra parte. En el juego, Urvan era un pueblo fortificado construido por los jugadores, una modesta base defensiva en lo alto de una montaña rocosa, y posiblemente incluso más pequeña que la posada en la que se encontraban.
“Es de mala educación comparar a los dos, en serio…”.
Aileen y Kei volvieron a mirar en silencio a la ciudad desconocida mientras se reían de la atmósfera deprimente, aunque una leve punzada de nostalgia había revivido en sus corazones. Como si se sintieran atraídas la una por la otra, sus manos se unieron.
“……”
No pronunciaron más palabras, pero en sus corazones estaban convencidos de que sentían las mismas emociones mientras confirmaban su calidez cogiéndose de la mano.
Pero, ¡Ay!
“¡Hey, Kei! ¡Aileen!”
Debido a la voz ronca que les llamaba desde atrás, se apresuraron a soltarse las manos y giraron en redondo.
Mirando en la dirección de la voz, vieron a Alexei caminando hacia ellos con paso pesado mientras agitaba la mano.
Iba completamente armado, igual que durante el duelo. O tal vez sería mejor decir que llevaba todo su equipo. Llevaba al hombro su gran espada, adornada con su yelmo sobre la empuñadura, y además de la rodela que Kei había perforado, también llevaba su armadura, espinilleras y guanteletes.
Todo ello se completaba con la mochila que llevaba a la espalda y que estaba a punto de reventar por todo el equipo de viaje que había metido en ella.
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