Tengo la espada sagrada? - Capítulo 38
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Capítulo 38 – ¿Voy a morir?
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Desde lo alto de los árboles, Aiden observaba la situación y tomó una rápida decisión.
Su espada cortó el aire con precisión milimétrica, y aterrizó justo a un lado de la cabeza de Camila, incrustándose en el suelo.
Vio cómo ella se levantaba, tambaleante pero decidida, con la mirada fija en los lobos que la rodeaban.
Al menos había logrado equiparla con una herramienta para defenderse.
“¡Tenemos que bajar para rescatarlas!” gritó Aiden, girando hacia Darius y Thorne, quienes asintieron sin dudar.
No tenían suficiente potencia de fuego ni magia a larga distancia para acabar con los lobos desde donde estaban, así que la única opción era descender lo más rápido posible y luchar cuerpo a cuerpo.
Los tres comenzaron a moverse entre las ramas con agilidad, descendiendo lo más rápido que podían.
Selena, que había estado más atrás, comenzó a susurrar hechizos de apoyo mientras los seguía, preparándose para cualquier emergencia.
Sabía que su magia curativa y de soporte sería crucial una vez llegaran a donde estaban Camila y Marta.
Mientras tanto, Camila apretó el mango de la espada con fuerza.
Su mente corría a mil por hora, pero su cuerpo actuaba por instinto.
Los lobos la rodeaban, y sabía que en cualquier momento uno de ellos se lanzaría sobre ella.
No podía dudar.
Gritó con todas sus fuerzas, esperando que su voz mantuviera a las bestias a raya.
Los lobos se detenían por un instante, quizás sorprendidos por su repentino ímpetu, pero rápidamente volvían a arremeter contra ella.
Cada vez que uno de los lobos se acercaba demasiado, Camila balanceaba su espada.
Aunque su técnica era torpe y su fuerza no era la mejor, lograba hacerlos retroceder.
Sin embargo, sabía que no podría mantenerlos alejados por mucho tiempo.
Uno de esos monstruos eventualmente saltaría sobre ella. Lo sentía en el aire.
“¡Marta!” gritó desesperada, sin apartar la vista de los lobos. “¡Lanza un hechizo o algo! ¡Necesito ayuda!”
Pero cuando miró a su compañera, vio a Marta en el suelo, llorando desconsoladamente. El dolor por la caída la había dejado paralizada.
Entre sollozos, Marta apenas pudo articular:
“Lo siento… lo siento tanto… no puedo…”
Camila apretó los labios, frustrada, pero no tenía tiempo para enojarse.
Tenía que concentrarse en sobrevivir.
A lo lejos, vio al grupo de Aiden descendiendo rápidamente, y por un momento, sintió un alivio que relajó su guardia. Pero ese pequeño descuido fue suficiente.
Un lobo saltó desde la oscuridad y se lanzó directamente hacia su pecho.
Camila reaccionó por puro instinto, bloqueando con la espada justo a tiempo.
El impacto fue brutal, y el peso del lobo casi la tiró al suelo.
Con un grito desgarrador, hundió la espada en el costado de la bestia, sintiendo cómo atravesaba carne y hueso.
El lobo soltó un aullido de dolor y se desplomó a sus pies.
No tuvo tiempo de recuperarse antes de sentir una mordida aguda en su tobillo.
Otro lobo había aprovechado la confusión y la había atacado desde un costado.
Camila gritó de dolor, pero no podía permitirse caer ahora.
Apretando con fuerza la espada, murmuró rápidamente un hechizo de refuerzo físico, sintiendo cómo la magia inundaba su cuerpo por un breve instante.
Con un movimiento desesperado, cortó al lobo que la tenía aferrada por el tobillo, logrando que la soltara.
Pero no terminó ahí.
Más lobos se acercaban, rodeándola con una voracidad imparable.
Camila, ahora con una mano en el mango de la espada y la otra golpeando a cualquier bestia que se acercara demasiado, luchaba por mantenerse en pie.
Cada segundo que pasaba, su cuerpo acumulaba más heridas, y su resistencia comenzaba a decaer.
Los colmillos de los lobos se hundían en su carne, rasgando piel y músculo, mientras su sangre comenzaba a teñir el suelo bajo sus pies.
‘¿Voy a morir…?’, fue un pensamiento que pasó por su cabeza.
El caos a su alrededor se intensificaba, y el miedo de morir ahí, devorada por esas criaturas, se apoderaba de su mente.
Los gritos y los aullidos se mezclaban con su propio jadeo agitado.
Sabía que no podría aguantar mucho más.
De repente, un fuerte quejido resonó entre los árboles.
Los lobos alrededor de ella parecieron dudar por un momento, mirando en dirección al sonido.
‘Es el grupo de Aiden… están cerca…’
Camila sintió una oleada de esperanza.
Si lograba aguantar solo unos segundos más, podrían salvarla.
Pero su cuerpo ya no respondía como antes.
Un lobo más grande que los demás se lanzó sobre ella, derribándola con su peso.
Camila cayó al suelo con un golpe seco, y la criatura la inmovilizó.
Estaba cara a cara con el lobo, su aliento caliente y apestoso golpeando su rostro.
Apretó los dientes con fuerza con el miedo consumiéndola, pero no iba a rendirse.
Camila gritó con desesperación, su voz rasgada y llena de terror:
“¡No!”
Intentó empujar a la criatura con su brazo libre, pero apenas pudo moverla.
Sus fuerzas la abandonaban y la presión del lobo sobre su pecho la estaba asfixiando.
Vio los ojos de la bestia, fríos y sin piedad, acercándose lentamente a su rostro, los colmillos preparados para morder.
Su final estaba a punto de llegar.
En ese momento, algo sucedió.
El lobo se congeló por un breve segundo, como si hubiese percibido algo, y antes de que pudiera reaccionar, un corte limpio y silencioso destrozó su cuerpo.
La mitad de la bestia cayó pesadamente a un lado, y la sangre salpicó el rostro de Camila, empapándola de inmediato.
Todo había ocurrido en una fracción de segundo, tan rápido que su mente tardó en comprender lo que había pasado.
Camila, respirando entrecortadamente, estaba demasiado aturdida para moverse.
La sensación del peso del lobo desapareció, pero ahora un frío repentino la envolvía.
El alivio llegó junto con el horror de la sangre caliente que goteaba por su cara.
Sin embargo, estaba viva.
‘Lo logré…’, pensó Camila aliviada.
Temblorosa, se limpió rápidamente el rostro con el dorso de la mano, y cuando su visión se aclaró, pudo ver lo que había ocurrido.
Delante de ella, en donde había estado el lobo, había una figura inesperada.
Una pequeña chica, desnuda, de piel pálida y cabello blanco como la nieve, sostenía en una mano una espada negra, cuya hoja goteaba sangre fresca.
El aura de la chica era extraña, algo en su presencia hacía que Camila se estremeciera desde lo más profundo de su ser.
La chica no parecía ser mucho mayor que ella, pero había algo en ella que no era natural.
Sus ojos dorados, vacíos y penetrantes, destilaban una frialdad inhumana.
Camila sintió un escalofrío recorrer su columna, una sensación que no pudo controlar.
‘¿Quién es ella?’ pensó Camila, aún jadeando y sin comprender del todo lo que estaba pasando.
Aquella chica no mostraba ninguna emoción, ninguna señal de preocupación o esfuerzo, simplemente estaba allí, sosteniendo la espada como si fuera una extensión de su propio cuerpo, mirándola con esos ojos vacíos.
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