Tengo la espada sagrada? - Capítulo 35
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Capítulo 35 – ¿Quién eres?
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Mientras avanzaban, Alexia no pudo evitar sentirse un tanto más ansiosa. El viento cortaba sus rostros mientras intentaban aumentar su velocidad, pero algo en el terreno comenzó a cambiar. Las ramas se hacían más finas y los árboles estaban más separados entre sí.
Alexia fue la primera en notar que las ramas de los árboles próximos ya no estaban a una distancia segura para saltar sin tanto esfuerzo. Los árboles eran más cortos y los saltos más peligrosos.
“¡Cuidado!” gritó Alexia, señalando las ramas más seguras por donde avanzar.
El grupo empezó a desviarse, buscando trayectorias más estables, pero el peligro estaba presente en cada salto.
Fue entonces cuando, en medio de uno de estos desvíos, Isuke, visiblemente agotado por el esfuerzo físico, tropezó.
“¡Isuke!” gritó Leo al verlo perder el equilibrio.
El joven mago, sin fuerzas, se tambaleó peligrosamente al borde de la rama. Sus brazos agitándose para no caer no parecían suficientes, y por un segundo, el mundo pareció detenerse.
Leo estaba cerca, pero no lo suficiente como para alcanzarlo a tiempo. Sin embargo, Alexia, al percatarse de la situación, no lo dudó.
Se detuvo bruscamente, dio un gran salto hacia atrás, y aterrizó junto a Isuke en el último momento.
Leo, que observó esto, no puedo evitar tragar saliva porque sin lugar a dudas Alexia había hecho una gran acrobacia.
Con un rápido movimiento, Alexia agarró a Isuke por el brazo y lo estabilizó antes de que cayera.
“¡Tienes que mantenerte firme!” le gritó Alexia.
Isuke, aún temblando, logró recuperar el equilibrio.
Al mirar hacia abajo, su estómago se revolvió.
Los lobos no los habían perdido de vista ni por un segundo.
Era aterrador.
Desde las sombras del bosque, la gran manada los seguía, sus ojos brillando con hambre y deseo de atraparlos.
Pero lo que realmente congeló la sangre de Isuke fue uno de los lobos que, aprovechando su velocidad y agilidad, logró ingeniárselas para saltar de árbol en árbol. Con sus garras clavándose en los troncos, ascendía rápidamente, acercándose peligrosamente a ellos.
“¡Alexia, cuidado!” gritó Leo al darse cuenta.
El lobo estaba a punto de alcanzarlos.
Sus garras brillaban mientras se preparaba para saltar hacia ellos. El miedo se apoderó de Isuke, quien pudo ver de cerca la ferocidad del animal. Sin embargo, Alexia, dio un paso al frente y, con una orden clara, gritó:
“¡Más alto! ¡Tenemos que subir más alto, rápido!”
No había tiempo que perder.
Todos, sin excepción, comenzaron a escalar hacia ramas más altas.
Isuke, aún aturdido, siguió a Alexia mientras su mente seguía procesando lo cerca que estuvo de caer.
Los lobos, sin embargo, no se quedaban atrás.
Al ver al primero intentarlo, otros comenzaron a imitar su acrobacia, saltando de un árbol a otro. Pero el plan de Alexia funcionó.
Al intentar seguirlos hacia las ramas más altas, los lobos fallaban en mantener el ritmo. Uno tras otro, los animales se estrellaban contra los troncos o simplemente perdían el equilibrio y caían al suelo, rodando violentamente y hiriéndose en el proceso.
Cuando finalmente llegaron a una altura más segura, los tres se detuvieron por un momento.
El aire era pesado, y la adrenalina corría por sus venas.
Todos estaban sudados, pero Isuke, siendo un mago y no un guerrero, era el que peor estaba. Respiraba con dificultad, y sus piernas temblaban por el esfuerzo.
El grupo permaneció unos segundos en silencio, recuperando el aliento, pero la tensión aún estaba ahí.
◇◆◇
La invocación corría por el frío bosque invernal con sus pies descalzos aplastando la nieve a cada paso, mientras su cuerpo desnudo temblaba por el frío que la envolvía.
No tenía ropa ni protección; después de todo, había sido llamada a este mundo apenas momentos antes, sin tiempo ni para la comodidad ni la preparación.
Pero a pesar de las dificultades, su mente no estaba enfocada en la incomodidad que sentía por el clima, sino en su única tarea.
Cumplir las órdenes de Eleonora.
La cuál, ahora mismo, era la espada negra que sostenía en su mano.
A cada paso que daba, pequeños lobos, que no eran más que sombras en el bosque, comenzaban a huir cuando la veían.
Sus ojos brillaban con temor mientras intentaban alejarse lo más rápido posible de ella.
[¡Mata a esas plagas!] gritó Eleonora con su voz llena de desprecio.
La invocación no dudó. Aceleró el paso, sus músculos tensándose mientras blandía a Eleonora con firmeza.
Los lobos, que apenas intentaban escapar, no eran rival para la velocidad con la que ella se movía ni para la destreza con la que Eleonora cortaba el aire.
La hoja de la espada negra se sumergía con facilidad en la carne de los lobos, partiéndolos en pedazos uno tras otro.
A medida que la invocación los destruía, se dio cuenta de algo extraño.
No sentía miedo.
Anteriormente ella podría haber titubeado, pero ahora no.
En lugar de eso, una nueva sensación comenzaba a crecer dentro de ella.
Satisfacción.
A cada lobo que caía a sus pies, su sonrisa se ensanchaba un poco más.
La sangre manchaba el suelo blanco, y la invocación, cegada por el deseo de cumplir con las órdenes de Eleonora, continuaba avanzando.
Entre los jadeos de su respiración y el ritmo de sus pies sobre la nieve, la invocación sintió algo más en el aire.
Era… algo que reunía energía de una forma extraña.
Frunciendo el ceño, mientras cortaba a otro lobo cercano, preguntó:
“¿Sientes eso, Eleonora?”
Eleonora, con un tono pensativo, respondió:
[Parece que alguien está utilizando maná… Pero espera… ¡Espera un momento!]
La espada vibró levemente en su mano, como si Eleonora hubiera captado algo más.
[¿No sientes a un humano cerca de nosotras?]
La invocación ladeó la cabeza, confusa.
“¿Un… humano? ¿Qué es eso?”
Un profundo suspiro resonó en la mente de la invocación.
Eleonora estaba claramente frustrada.
[Eres inútil…] murmuró Eleonora, aunque su tono dejaba entrever un ligero cansancio más que enojo. Sin embargo, no perdió más tiempo en explicaciones. [Deja de matar a los lobos, ahora]
Obediente, la invocación detuvo sus movimientos de inmediato.
Los pocos lobos que quedaban con vida aprovecharon la oportunidad para huir, desapareciendo entre los árboles y la nieve, dejando el bosque en un inquietante silencio.
“Escucha bien,” continuó Eleonora con un tono más firme ahora. “Cierra los ojos y concéntrate. Necesitas sentir a todos los seres vivos que sean capaces de reunir energía.”
La invocación, aunque todavía confusa, cerró los ojos.
Al principio, todo lo que podía percibir era la quietud del bosque.
Pero lentamente, poco a poco, algo comenzó a cambiar.
Pequeños puntos de luz aparecieron en su mente, moviéndose lejos de ella.
No podía distinguir mucho al principio, pero pronto, esos puntos de energía parecían tomar forma, desplazándose con rapidez. La sorpresa la invadió y le habló a Eleonora:
“¡Puedo ver varios puntos alejándose de nosotras y a otros quietos!”
“Probablemente son esos lobos inútiles o alguna que otra criatura descansando,” dijo Eleonora en tono impaciente. “Ahora escucha, concéntrate. No todos los seres vivos son iguales. Filtra a aquellos que solo tienen esa energía en ellos, y enfócate en los que tienen algo más… Los que son capaces de hacer algo más.”
La invocación repitió las palabras, aún confundida por el concepto.
“¿Hacer algo más…?”
¿¡Que era lo que le quería decir Eleonora con eso!?
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